Un viaje eléctrico de León a Gijón: dos días en eBike con UrbanBiker

Un texto de Carlos Rodríguez, coordinador internacional de 30 Días en Bici

Siempre he pensado el ciclismo desde un lugar ajeno a los números, las métricas y las distancias. Esto es central en la forma en que la campaña 30 Días en Bici estimula a la prueba, uso y adopción de la bicicleta para la movilidad personal. Una perspectiva que alcanza su plenitud cuando, más allá del uso deportivo o recreativo, la bici se convierte en vehículo de descubrimiento. Hablamos del cicloturismo que para mí es más transporte que deporte.

En el viaje en bicicleta eléctrica, tu ritmo se revela como la velocidad perfecta para que ningún detalle escape a la mirada. Y la ebike es libertad en estado puro, un sinónimo de “llega donde quieras”, para que cada kilómetro se grabe en la memoria, no por su dureza o el peso de tu alforja sino por su esencia.

Hace unos días, me lancé con Jorge Cabal de UrbanBiker a una ruta de dos días en sendas bicis eléctricas para conectar León con Gijón, para unir nuestras marcas, 30DEB y UrbanBiker, en una aventura que reflejara todo lo que tenemos en común: fomentar el uso de la bicicleta, movernos de forma sostenible y disfrutar del camino.

Un viaje en ebike que no era una prueba deportiva, sino toda una declaración de que la movilidad sostenible también puede ser aventura, emoción y descubrimiento…

Día 1: De la ciudad a las cumbres.

Mientras León se desperezaba tras un sábado de fiesta de San Froilán, en la factoría de UrbanBiker, animados por el café recién hecho, preparábamos nuestras bicis eléctricas colocando alforjas, pedales, la cámara de vídeo y otros pequeños ajustes. Jorge, con la sonrisa del que conoce los secretos de su silenciosa energía, y yo, con la del que está a punto de descubrirlos.

Al rato, pedaleábamos cruzando de este a oeste la ciudad de León. El primer café en ruta caía en Lorenzana, en el mítico bar “El Líder” cuya deliciosa tortilla, solícita posadera e imponente estética ciclista lo convierte en parada obligada para cualquier ciclista que se tenga por tal cosa. Pronto la meseta se iba a ir arrugando en colinas mientras al fondo se divisaba la imponente Cordillera Cantábrica. El latido de mi UrbanBiker UB300 iba aplanando cada rampa, cada repecho, para facilitar mis pedaladas entregando su punto de potencia ideal en cada momento y muy pronto estábamos ya surcando el Parque Natural de Babia y Luna.

Tras una breve parada en La Magdalena para refrescarnos entramos en territorio salvaje. El paisaje del embalse, en una zona de transición entre la meseta y las montañas, es dramático, con el azul profundo del agua contrastando con las tierras áridas y rocosas de los acantilados erosionados. El ciclista se recoge en la soledad, el silencio abrumador y la escala épica que hace sentir pequeño al visitante, mientras la carretera solitaria serpentea junto al agua.

En su orilla comimos en el Club Náutico de León, con unos 60 kilómetros en las piernas, completado casi el 75% de nuestra singladura a San Emiliano y con solo un 28% de la batería agotada ¡Qué sorpresa! Navegando en mi UB300 en modo ECO (económico, que proporciona al motor un 25% de su capacidad de asistencia) habíamos prolongado la autonomía de la batería mucho más allá de los 88 kilómetros del día. Y la pantalla de la UB200 de trekking con doble suspensión que montaba Jorge también marcaba datos de consumo y range similares.

Bien satisfechas nuestras necesidades de comida y bebida al estilo leonés, continuamos camino zigzagueando con la carretera al borde del pantano para dejar Luna y entrar en Babia (que no es un decir, es un lugar). Un lugar donde el tiempo se dilata en horizontes de verde y piedra. Pedaleando por esas carreteras, uno no «está en Babia»; simplemente, es.

Y así, con el Sol empezando a jugar con las crestas del parque nacional, nos recibía San Emiliano, con una cerveza y una impresionante vista de las Ubiñas bañadas por el sol del atardecer que iba a dejar paso a una luna casi llena reinando sobre la blanca caliza. Tras 88 kilómetros, tiempo de descanso para las piernas viajeras y recarga de baterías para las bicicletas.

Día 2: Buscando el mar

Amanecer en San Emiliano es fundirse en un gran abrazo con la cordillera. Sin madrugar, nos lanzamos a la conquista del Puerto Ventana. En cada revuelta, mientras el valle se iba haciendo más pequeño a nuestras espaldas, el motor de nuestras bicicletas nos ayudaba, con un susurro cómplice, a vencer el desnivel, tan progresiva y eficazmente que muy pronto, teníamos la primera recompensa del día: la cima del puerto y la entrada en Asturias. El viento helado de la montaña nos abrazó en la frontera de los dos reinos. Atrás quedaba la patria leonesa y delante la carretera se precipitaba en el país astur.

La bajada fue un vuelo. Con toda la asistencia desconectada, ahorrábamos batería y pude comprobar la estupenda geometría de mi UB300 para el descenso. Un descenso vertiginoso de 20 kilómetros hasta San Martín de Teverga, devorando bosques, cuevas, gargantas y desfiladeros. Tras una breve parada para café y tortilla, solo un kilómetro de carretera más nos dejaba en la mítica Senda del Oso, fusión de la furia de la montaña y la paz del valle, de la cantinela del río y el crujir de la gravilla bajo nuestras ruedas, de túneles de roca y bosques milenarios que guardan los secretos de los ancestros de Paca y Tola.

Ya no volveríamos a pisar la carretera. La Senda del Oso nos conducía a través de Proaza, Villanueva, Tuñón hasta Trubia desde donde, siguiendo el Nalón, enlazamos con la Vía Verde del Fuso que nos dejaría en Oviedo hacia las tres de la tarde. 75 kilómetros (con casi la mitad de la batería restante) bien merecían una pausa para comer en La Contienda y allí decidimos hacer el viaje a Gijón en tren de Cercanías. Y pude comprobar que las UB200 y UB300 también se desenvolvían perfectamente en ascensores o escaleras mecánicas y se acoplaban sin problemas en el (escaso) espacio reservado a las bicis en cada convoy.

En Gijón, con el aire salado del mar sal en la cara y un culín de sidra en la mano, miramos atrás. Dos días, dos bicicletas, dos mundos. De la Meseta al Cantábrico, compartiendo con Jorge carreteras, caminos y sendas, paisajes únicos, charlas interminables y experiencias inolvidables.

Y un descubrimiento clave: viajar en bicicleta eléctrica no implica renunciar al esfuerzo. Se vive de la misma manera la satisfacción de una ascensión superada, la euforia de un descenso técnico o la resistencia silenciosa del viento. No hay un otro, y ni siquiera un yo contra el que competir, sino que todo es buscar el ritmo interno que te permite fusionarte con el paisaje, esa cadencia personal que convierte cada metro en experiencia vivida. Y el motor de mi UB300 ha sido aliado fiel en ese empeño por leer el territorio como se lee un buen libro, saboreando cada página del camino.

UrbanBiker: Llega donde quieras.

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Sobre el autor:

Carlos Rodríguez es coordinador internacional de 30 Días en Bici, una multipremiada campaña global de promoción del uso cotidiano de la bicicleta y colabora con UrbanBiker en proyectos de movilidad sostenible y experiencias ciclistas que inspiran a descubrir el territorio sobre dos ruedas.

Este artículo forma parte de esa colaboración entre UrbanBiker y 30 Días en Bici, dos proyectos que comparten una misma filosofía: moverse libre, disfrutar del camino y llegar donde quieras. Jorge Cabal es nuestro Director de Ventas y Marketing Internacional, quien compartió kilómetros y experiencias con Carlos Rodríguez en esta divertida aventura en ebike.